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jueves, 12 de febrero de 2015

Rodrigo Barrini



De la costilla de Eva: el surgimiento de los estudios de masculinidad.
Nos señala que son las mujeres quienes pusieron en el tapete político y teórico la diferencia sexual como una dimensión constitutiva de los ordenamientos sociales y de las tramas culturales construidas por los seres humanos a lo largo de la historia y en toda formación social.

 El sexo, antes que el género, es el punto de partida para pensar aquella dimensión que ordena los mundos y los distribuye según una polaridad entre lo masculino y lo femenino a nivel simbólico y entre hombres y mujeres a nivel relacional. En base a la diferencia anatómica, la divergencia corporal entre hombres  y mujeres.



A las mujeres el sexo les molestaba, ese malestar, esa fractura entre la vida personal y la social, entre el mandato y el deseo, entre la heteronomía y la propia determinación, fueron el sedimento secular de un impulso político, ético, estético e intelectual por re-pensar lo humano desde la experiencia de las mujeres, impugnándole al Sujeto Universal Masculino su derecho a arrogarse las funciones de portavoz de toda la especie. Sin esa irrupción, que descree de todo lo que se ha señalado como inconmovible y que recrea ­ o intenta hacerlo ­ la historia, el arte, la política, los afectos y las instituciones, no serían posible los estudios de masculinidad.
Los estudios de masculinidad, asumen el desafío teórico y empírico de investigar la masculinidad como una construcción cultural específica y a los hombres como sujetos particulares. 


De la mujer al hombre, del sexo al género.
Los estudios de masculinidad significan una profundización y ampliación tanto de la categoría de género como de los estudios que trabajan con esta categoría.
 Existe un sistema que supone hombres y masculinidades, tramas relacionales entre los géneros, conflictos y disputas, prácticas y actores que lo producen y reproducen. Los estudios de masculinidad responden a la necesidad política y teórica de reconocer y especificar las dinámicas de este sistema y señalar el modo en el que se configura como masculinidad. 
Podríamos visualizar el discurso feminista, como un intento penetrante y cuestionador de develar a los hombres y a la masculinidad. Una parte del pensamiento que se elabora en torno a la condición de la mujer es una cita ­ en el sentido de intertextualidad ­ a la condición de los hombres; lo que se enuncia en lo femenino de algún modo se remarca en lo masculino.

Un hueso duro de roer: el modelo hegemónico de masculinidad 
Hay materiales simbólicos e imaginarios que permiten la conformación de una subjetividad, prescribe ciertos límites, procesos de constitución y pruebas confirmatorias que la determinan.
Según los mandatos del modelo hegemónico de masculinidad un hombre debería ser: activo, jefe de hogar, proveedor, responsable, autónomo, no rebajarse; debe ser fuerte, no tener miedo, no expresar sus emociones; el hombre es de la calle, del trabajo.
En el plano de la sexualidad, el modelo prescribe la heterosexualidad, desear y poseer a las mujeres, a la vez que sitúa la animalidad, que sería propia de su pulsión sexual, por sobre su voluntad; sin embargo, el fin último de la sexualidad masculina sería el emparejamiento, la conformación de una familia y la paternidad.  
Una forma de masculinidad puede ser exaltada en vez de otra, pero es el caso que una cierta hegemonía tenderá a establecerse sólo cuando existe alguna correspondencia entre determinado ideal cultural y un poder institucional, sea colectivo o individual.
Una característica crucial de esta masculinidad hegemónica es la heterosexualidad; un hombre que cumpla con los mandatos hegemónicos debe ser heterosexual.
La prescripción de una heterosexualidad obligatoria para los hombres, si quieren seguir siendo tales, implica, en un primer momento, la exclusión del campo de la masculinidad de todos aquellos hombres que no cumplan con dicho mandato.  

Los hombres como individuos interiorizan estas concepciones en el proceso de desarrollo de sus personalidades ya que, nacidos en este contexto, aprendemos a experimentar nuestro poder como la capacidad de ejercer el control.


El talón de Aquiles: los derroteros futuros de los estudios de masculinidad. 
Surge como un requerimiento teórico y político el investigar las fracturas y las resistencias que, en el campo de las masculinidades, se conforman ante su funcionamiento.
 No sólo las configuraciones divergentes, como podrían ser las identidades homosexuales o travestis, sino que la filigrana de fracturas, contradicciones, subordinaciones y rebeldías que se esbozan en la operación más monolítica del modelo, cuando aparentemente funciona sin conflictos y desprende sus efectos más poderosos; un ejemplo sería el estudio de los que podríamos denominar la masculinidad guerrera, sostenida y refrendada en instituciones como las Fuerzas Armadas o en grupos sociales emergentes como las pandillas juveniles o las barras bravas.
 Esta aproximación permitiría reconocer el modelo hegemónico en su precariedad y señalar los puntos de su crisis, presente o futura, así como los reacomodos y adaptaciones que experimenta ante el avance de movimientos como el de las mujeres o de las minorías sexuales, con la impugnación del orden patriarcal que suponen y los procesos de transformación cultural que posibilitan y promueven.

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Se dirigen aun sector especifico dela sociedad 

Deshacer el Género



Reglamento:
Surgir la institucionalización del proceso mediante
el cual se regulan las personas.
Ya que es reconocer un conjunto de leyes, reglas
y políticas. Instrumentos legales, en las cuales se
imponen dichos reglamentos.

Por otra parte, igualmente seria problemático hablar de reglamentación del género, como si los casos empíricos ejemplificaran sólo una operación del poder que tiene lugar de forma independiente de dichos casos.
                                      
Gran parte de las importante obra de los estudios gays y feministas se hanconcentrado en los reglamentos mismos, ya sean legales, militares, psiquiátricos o de cualquier otro tipo.


 Hay preguntas que se formulan en estos estudios que tienden a examinar,
cómo se regula el género, cómo se imponen dichos reglamentos,  cómo se incorporan y  como se viven por parte de los sujetos sobre los cuales se imponen. 


La idea de que el género es una norma requiere una mayor elaboración. Una norma no es lo mismo que una regla, y tampoco es lo mismo que una ley. Una norma opera dentro de las prácticas sociales como el estándar implícito de la normalización.

Que el género sea una norma sugiere que está siempre delicadamente incorporado en cualquier actor social.
 


El género es el aparato a través del cual tiene lugar la producción y la normalización de lo masculino y lo femenino junto con las formas intersticiales hormonales, cromosómicas, psíquicas y reformativas que el género asume. Es el mecanismo a través del cual se producen y se naturalizan las nociones de lo masculino y lo femenino, pero el género bien podría ser el aparato a través del cual dichos términos se reconstruyen y se desnaturalizan.
Dentro de los estudios de género ha sido asumir que la alternativa al sistema binario del género consiste en multiplicar los géneros. Este punto de vista provoca la pregunta: ¿cuántos géneros puede haber y cómo se llamarán? el Sexo no es ni una categoría biológica ni una categoría social, así pues, es distinta del género, sino una categoría lingüística que existe, por decirlo así, en la división entre lo social y lo biológico. Por tanto, el sexo que no es uno, es la feminidad entendida precisamente como aquello que no puede ser expresado mediante un número.' Otros enfoques insisten en que el transgénero no es exactamente un tercer género sino un modo de paso entre géneros, una figura de género intersticial y transicional que no puede reducirse a las normas que establecen uno o dos géneros.


LAS NORMASDELGÉNERO
Las personas son reguladas por el género y que este tipo de reglamentación funciona como una condición de inteligibilidad cultural para cualquier persona.